Es maravillosa la combinación sin escusa, de mi grito de atención y la necesidad de escucharte. Los astros se alinean y suceden cosas. Paso días con tu voz dando vueltas en mi cabeza, y al final acabas por cruzarte conmigo por mis recuerdos. Es como si el karma supiera de antemano qué necesito en cada momento.
Yo siempre estuve tras del queso, por así decirlo. Atento, para ver qué cae, como un perro mientras los amos comen sentados en la mesa. Preso de un pálpito cualquiera. Volverá, verás como volverá. Pero que va. Termino frustrado comiendo a solas como todos los días.
Me concedieron la libertad de mis pensamiento hace veinte y cinco años. Terminé mis estudios con dificultad. Y ahora, después haber elegido un camino en solitario alejado de los corazones, y de los falsos modelos de amor, te cruzas en mi camino. Dices que solo vas buscando las migas de pan que dejaste para poder volver a casa sana y salva. Y lo ultimo que pensabas al mirarme era que yo pudiera ser el peor lobo del bosque. Hambriento de caricias, desalentado.
Creo que ambos sabemos que no te convengo, que hasta puedo llegar a perjudicarte, porque no soy la clase de persona que deberías tener por amigo. No soy lo que todo el mundo cree que soy cuando me conoce por primera vez. Pero acaban hasta los cojones de mí cuando deciden que esa será la última vez que me vean. Doy gracias por ser indeseable a veces.
Es cuando me siento deseado cuando me preocupo. No veo el peligro. No es premonitorio. De pronto la garganta se engarrota, el corazón late fatigado, y esbozo un cara de idiota digna de un enamorado. Y todo por tu culpa. Porque yo soy la victima por supuesto. Yo elegí el camino en solitario. Se que es hipócrita, pero prefiero engañarme de esta manera. Tengo muchas otras. En ocasiones apago la luz y me recreo por tu cuerpo, centelleante. Y la enciendo de nuevo deseando volver a verte. Pero me pregunto ¿quieres volver a verme?

