Cuando tu no miras donde tu no ves, el tiempo pasa causando estragos. Soy de esos que observan los insectos en su simple rutina, sin poner en duda la grandeza de los pequeños objetivos. Podrían desaparecer con la furia del viento o la rabia de la tormenta. Pero ahí siguen irracionales la empresa de sobrevivir por encima de las inclemencias del tiempo, ignorantes a las punzadas de los segundos.
Soy de esos que no echan la llave por las noches. Aunque viva en un barrio marginal. Aunque la puerta de mi casa esté marcada con una cruz por algún ladrón. Tengo la costumbre de caminar descalzo y comer con las manos, de hablar con el alma y follar con el corazón. Suelto las palabras sin pasar por un filtro. Como los niños. Y si tuviera la capacidad me lamería las pelotas cual perro. A veces imito a mi alter ego porque no tengo nada mejor que demostrarme. Y otras, fumo los cigarros a medias que la gente tira al suelo antes de entrar en el metro, eso no se por qué lo hago.
Cuando tu no miras donde tu no ves, estoy yo hurgando en tus cajones, buscando aquello que te avergüenza. Puedo encontrar un tesoro entre tus calcetines. Puedo perderme por las mareas de braguitas limpias, aroma a suavizante.
Si no me miras no me ves, y sigues pensando que solo soy un bicho encerrado en mi rutina irracional, cuando en realidad soy todo lo que gira a tu alrededor para que el mundo te parezca cabal.
