Me pregunto por qué seguiré escribiendo sobre ti. Aun te encuentro en mis dibujos, en mi espejo, en mis canciones favoritas. Te veo a lo lejos de mi pasado. Te veo en el fondo de mi armario, donde guardo lo que quiero olvidar para que se lo coman las polillas. Te veo cuando no quiero verte.

Comprendí por el ritmo de mis latidos que habías dejado mi corazón la primera noche que me sentí abandonado por tu deseo. Y que el resto de tu recuerdo son simplemente las imágenes que albergo de tu cuerpo, envuelto en caricias por mis manos.

Me pregunto por qué sigo escribiendo sobre ti. Creo que copio todo lo que tú escribiste sobre mi piel un día, o una noche.

¿Por qué coño sigues en mi cabeza? Te veo en las palmas de mis manos, en las puntas de mis dedos, en el filo de mis labios. Te veo cuando no quiero verte.

En total desacuerdo, a mi hambre ausente de tu carne, me declaro dependiente, enganchado, adicto a imaginarte. Es de lo único que no puedes privarme. El placer de mi nostalgia cuando estoy solo.