Su mirada purpúrea, me empalaga de sabores hasta ser el único ingrediente de mi saliva. En un océano de realidad donde a todos nos falta el aire, ella camina sin apoyar si quiera la punta de los pies. ¿Qué desean esos ojos? Parece que entran sin llamar, sin pedir permiso. No parecen asustarse por lo que ven dentro de mí. El atroz retrato de este mundo exalta la belleza interior de algunas personas. Es increíble que una de ellas sea yo. Es asombroso que se haya fijado en mí. Desprende sensaciones que emborrachan a cualquiera. Y tan peligroso como comprensible es caer adicto para el resto de la vida.
Te lo digo yo que vivo de esta maldita manera desde que la maté, creyéndola viva en un recuerdo inmoral y deleznable.
