Es una sombra que se arrastra sinuosa por las paredes, vigilante como el cuervo de Allan Poe. En cualquier dirección nuestra mirada se cruza y comienza el vórtice. Un haz de luz lo ilumina todo y mis partículas vibran en otra frecuencia. Supongo que las suyas también. El canal está abierto. Creo que trata de decirme algo. Tinnitus en los oídos y la sensación de no estar solo en la habitación.
A veces creo que son las drogas las que me hacen ver estas cosas. A veces lo confundo con un sueño. Nunca despierto en el mismo lugar. Hay un olor a ceniza característico, no es el aroma habitual a cenicero sucio. Ella está a mi lado todo el tiempo. Me frota el pecho con sus manos calientes y limpia mis lágrimas antes de que toquen la almohada. Sin ella sería diferente.
Siento tan cerca la muerte, que cada vez que me pasa es como el siguiente capítulo de una serie de terror que todo el mundo conoce pero de la que nadie quiere hablar. Nunca termina y nunca sabes cuando pasara. Si ocurrirá de verdad o si solo es una viso de lo que viene.
Cada día es una sorpresa sobre el curso de los acontecimientos. Un giro violento del volante. Curvas sin advertencia que te dejan sin aliento. Obligado a saltar al vacío, de pronto. Y como si se tratara de un accidente, me encuentro de nuevo ahogándome en las profundidades de mi mente lanzado mis brazos hacia la superficie, viendo como las burbujas que una vez dieron aire a mis pulmones, ahora se alejan celosas de la oscuridad que las absorbe. Me quedo sin aire y cada vez que abro la boca trago el líquido sinovial que lo inunda todo.
No es una pesadilla, esto me ocurre cada vez que pienso en ti, contemplativo.
