Es un instante emocionante para la humanidad. Nos encontramos en el principio de algo más grande lo que podemos concebir, y nos perdemos donde no conseguimos entender lo que sucede. Una aventura constante recorriendo un camino se construye en cada paso que damos sin apreciar todo lo que dejamos atrás. Nos pudo la ignorancia y el olvido por el hambre y la ambición. A veces todo va demasiado deprisa, y por ir tan rápido dejamos en la cuneta todo lo que nos ha llevado a ese punto, enseñanza, lecciones, cultura, religión, espíritu. Olvidamos que nada tiene sentido si no miramos el pasado con los ojos adecuados. Y por dejar de lado el criterio y el rigor de aquello que nos empujó a seguir caminando, aquello que nos impulsó a mejorar nuestra vida, aquello que nos obligó de alguna manera a evolucionar, condenamos la visión de lo que fuimos en el pasado para asimilar un presente incierto sin apostar por el futuro. Olvidamos, simplemente, olvidamos. Y de alguna forma sufrimos un castigo silencioso. Como aquel que dice, el tiempo pone a cada uno en su lugar, pero uno no hace por hacer que pase el tiempo, el tiempo lo pasa a uno por encima.
Me doy, cuenta que la incertidumbre y la inseguridad se salva con grandes proyectos, grandes planes. Para que, cuando llegue ese futuro incierto, o el momento del rapto, como dicen los creyentes, me pille con los deberes hechos, sentado en mi sillón de cuero, leyendo un buen libro, y fumando mi habano preferido.
He captado lo que trata de decirme la vida a base de hostias, no perder el tiempo, y aprovechar cada momento como si fuera el último. Porque, quién sabe si al cruzar la calle te atropella una ambulancia la cual traslada a una embarazada a punto de traer al mundo al próximo mesías. Una vida por otra, y a mí, que me pillen confesado. Quédate con esto, lo único que importa eres tú, lo demás es un circo perfectamente construido para alejarte de tus propósitos.
Buena vibra y grandes propósitos. Sin nada que contar, eres como una planta, una piedra en medio del monte con un nombre y una fecha que informa de tu final, nada más.
Después de encontrar mis límites, puedo decir, que viví sin límites, y que continúo buscándolos allá donde estén, solo que ahora los busco dentro de mí. Sigo una estricta rutina de borrachera, intoxicación y sexo que me demuestra al día siguiente que por qué no vivir sino es para contarlo, ya sea escribiendo o calentándole la oreja a algún chaval perdido que escucha con los ojos como platos.
“Mira niño, puedo decir que gasté todo mi dinero en viajes y acabé fumando crack en una manzana subido a un caballo en alguna selva de Costa Rica con el tipo que me alquiló el caballo, rodeado de luciérnagas en plena oscuridad, mientras escuchaba los cánticos de los nativos y el murmullo de un riachuelo que no conseguía enfocar. La vida está para matarla. Soy los ojos del caballo, soy el momento, soy el riachuelo, soy la melodía que recorre la selva.”
Puedo morir tranquilo.
