Amarga soledad, dulce hasta la saciedad

Guardo los cristales rotos en la mochila junto a todas sus promesas, un lapicero, mi cuaderno de bitácora, un libro de autoayuda, y las pastillas de la alergia. Sin decir más, doy dos pasos atrás y, en el marco de la puerta, con las lágrimas colgando, estornudo el último «te quiero». Ella ni siquiera me mira de reojo, y sus enojos, mis destrozos.

Mi calaña adversa a sus anhelos, una vez más, sin llegar a la altura de una circunstancia inmensa, tan grande que el calco sobre el suelo tiñe la primavera de invierno, y aquel tipo duro al que alguna vez amó se volvió tierno, desesperado, mamerto. El que subía cuatro escalones de un salto hasta su azotea, ahora se quiebra en el rellano entre lamentos.”

Escondo mi corazón tuerto en el bolsillo de la camisa para otra ocasión esperanzado por encontrar sus ojos en próximos capítulos por si vuelvo a verlos. Salgo del edificio sin ganas de enfrentar la ciudad.

Desierto de cemento, instante inerte de un poeta escribiendo en un lenguaje muerto dispuesto al último aliento.”

Miro mi mano vacía sin su mano, miro a mi espalda sin sombra. Extraño, recorro las calles para dirigirme a algún parque donde sufrir en silencio. Por el camino compro mi whisky preferido y tabaco negro sin filtro. Bisonte y una botella de Glenfiddich, doce años de experiencia en corazones rotos y poetas alcohólicos. Es un día de primavera perfecto para nosotros, pero el “nosotros” se condena en una borrachera de llanto y aislamiento.

Malditos recuerdos, maldita memoria, maldito argumento. Llevo mis pensamientos recios como quien arrastra una bola de hierro encadenada a los pies sangrientos.”

— Ya sabes lo que toca ahora —me digo— Una droga por otra—.

Abro la botella por el camino y le doy un trago, y otro, y otro. No me sabe a nada, no siento, no embriaga. Mi garganta es un nudo cornamusa que no deja mover el lastre. No puedo tragarlo, pero tampoco quiero llevarlo conmigo.

— ¿Pero qué mierda de whisky me han vendido?—

Enciendo un cigarro y miro el paquete de tabaco con indiferencia. Una foto de un corazón prácticamente negro y el aviso en letras rojas: “Fumar provoca infartos”.

—Tengo el pecho a prueba de bombas, amigo. Voy a vaciar esta cajetilla y después vaciaré otra. Sería pertinente un Ministerio del desamor o alguna mierda así. Si no ¿para qué cojones pagamos impuestos?—.

Oculté en algún rincón de mi memoria el enclave de un buen camello para este tipo de situaciones.

Cocaína, éxtasis, trankis. Todo a la vez con un trago de whisky como en los viejos tiempos.

— Disfruta de tu dolor —me dice una voz en mis adentros — Disfruta el momento—.

Continúo el camino hacia el parque. Me cruzo con decenas de enamorados con sus manos entrelazadas. Miradas sinceras que se regalan al futuro del otro como apostando por el caballo ganador. Insensatos…

Maldita primavera, maldito amor, maldito arrebato. Memoricé los lunares de su cuerpo y dibujé un mapa con mis labios en su espalda para su encuentro.”

Soñando sangre en la boca”1

bordando sueños de amor

mientras la brisa suspira”2

Me provocaba …

— ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul—

Yo respondía: —¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú—3

Desgraciada, te amo con toda mi alma. Noches interminables amándote en cada esquina de mi cama para terminar esta carta sin decir «adiós», sin siquiera mirarme mientras me voy.”

Enciendo otro cigarro y respiro una bocanada profunda de alquitrán y frustración con sabor a ceniza. Maravilloso tabaco, por cierto. Morir en caladas lentas y tragos a una botella aún llena de esperanza.

Miente a mis ojos pero no a mi corazón. Al menos dime adiós y ten compasión, si alguna vez me amaste, si alguna vez sentiste amor.”

Llego al parque que ando buscando con mi propia primavera. Mis pies caminan como autómatas calculando el vacío por si tropiezo, como quien tira una piedra a un pozo sin ver el fondo y cuenta los segundos hasta escuchar el impacto que determina la profundidad, antes de saltar.

Cada paso por las sendas de este parque suena a cuerdas rotas de una guitarra desafinada en unaorquesta muda. Ni Luz Casal cantaría este bolero. Piensa en mí cuando sufras y estruja este amor hasta la última gota. Mi voz exangüe grita tu nombre en silencio a ninguna parte para hallarte en la penumbra de estos ojos mientras brilla el sol en el parque donde dimos principio a «lo nuestro». Palabras cansadas de amarte indispuesto, enfermo, espectro de un “te quiero” en arresto, las sobras, los restos.

Con la botella a medias me topo una sombra, la sombra de un granado, un ejemplar a rebosar de frutos. Reúno neuronas para articular «esto me suena». Inspecciono aquel lugar a través de la rendija de mis párpados casi cerrados. Algo me llama, como un heraldo pendiente de entrega a la espera de respuesta de esta memoria coja.

—Deleita mis hojas y deja que la fruta escoja—

Me digo: —¿El árbol me habla? …no me jodas… —

—Espera sentado, borracho y loco enamorado—

Acato en desconcierto la orden. Ración de paciencia por encargo. Enciendo un cigarro agarrándolo con la punta de mis dedos amarillos y al tiempo le pongo un pestillo para que no pasen los segundos bajo el granado. Sin más palabras para el alma que un abracadabra, pierdo la noción del espacio y el horizonte se difumina en formas chinescas. Suelto el humo de mis pulmones henchidos de amargura y desazón. De pronto me siento libre de cargas. Y de la melodía de Vesti la Giubba culminando ridi, pagliaccio, paso a Nessun dorma enterrando al lamento en las raíces del granado. Por sorpresa, en mi regazo cae una granada, exuberante y muy apetecible. Suelto la botella y a mordiscos pelo el fruto. Del interior, su olor me enamora más que ella.

Y el árbol me dice:

—Amarga soledad, dulce hasta la saciedad. Ama tus momentos para regalarte eternidad—

Arranco un trozo de papel de mi cuaderno y le escribo agradecido:

«Debajo del granado florido

tengo mi amante escondido.»4

Y en sus raíces entierro el papel para que crezca de mis anhelos otra premisa para la próxima primavera.

— El que vuelva aquí será mejor de lo que antes era —

Mañana escribiré versos nuevos con la tinta vieja de esta derrota. Así, nacerá otro poeta entre las

ruinas de mi alma rota, con el corazón nuevo y mis palabras de escolta ”

Instrucciones para el correcto entendimiento del texto

En cursiva: escritos que hace el personaje

1. García Lorca:

«Los niños jugaban a toros
debajo del granado en sombra,
soñando sangre en la boca.»

(Poema de juventud, «Primeras canciones»)

2. Lope de Vega

«Al pie de un granado en flor
sentose la bella Elvira,
bordando sueños de amor
mientras la brisa suspira.»

(Romance pastoril)

3. Bécquer

“¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú”

(Rimas y leyendas)

4. García Lorca

«Debajo del granado florido
tengo mi amante escondido.»

(de sus canciones populares)

Gracias.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.