Envuelto en llamas

Llegué a la cama envuelto en llamas.

El reloj marcaba la hora de mi cita con ella.

Una bella estela de luz atravesaba la persiana

y por la calma que reinaba

deduje que ya había bajado mi estrella.

Tome la cuchara oxidada junto a mi colchón

hice la mezcla escuchando la última canción.

Burbujas y humo al son

de un sabor ácido como a sudor.

Apreté la goma y puse tensión

entre mis venas antes de que hablara el reloj,

era aquel niño impaciente con zapatos nuevos

haciendo un nudo en el cordón.

Como una pluma de cristal,

con delicadeza absorbí la tinta,

para pintar en mi cuerpo el ocaso

de un día que solo pedía descanso.

Mi intención como ayer era aguantar y beber,

pero sin tener nada que hacer,

comencé este juego con la muerte dispuesto a perder.

Pinché sobre mi piel la miel

de aquel que me dijo sería fiel,

y no mentía cuando prometía

que sería como un viaje en carrusel.

Sangre negra por doquier,

salpicando en la pared

pesadillas del niño que fui ayer

pintando el odio sin pincel.

De nuevo subido a él,

busqué el sonido del cascabel,

camino del vergel

a lomos del bello corcel.

El reloj rompió el silencio

y volvió el dolor a mis entrañas

ojalá no haya más remedio

ojalá no llegue el mañana.

Despierto en mi cama

otra vez

nada nuevo

envuelto en llamas.

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