Carta desde el odio

Tienes la cara tan llena de tristeza que has pasado a ser un objeto inanimado. Tienes las manos tan manchadas de tu propia pena que ya nadie distingue el color de tu sangre cuando brota de una herida. Tienes tanta culpabilidad sobre tu espalda que pareces un nómada viajando a sitios en los que nadie te desea. Tienes una sonrisa tan falsa, imposible creer, imposible de comprender, que no toman enserio nada de lo que dices, pues cuando miras ya saben que estás mintiendo desde el fondo de tu ser. Tienes un tono de voz tan irritante que provocas esa sensación molesta tan común en el tímpano cuando escuchas una frecuencia insoportable. Lo tienes todo para que no quiera volver a verte nunca jamas. Como cuando entras a un bar en el que te han prohibido la entrada por borracho indeseable. Aún así, me sigues llamando y sigues pronunciando mi nombre durante tus sueños.Tienes la cara de mis pesadillas, el guion de mi apocalipsis, la banda sonora de mi tormento cuando hablas. Cállate, porque estás a un maldito paso de mi descontrol y luego dirán que fue mi culpa. No fue mi culpa, fue la tuya por haber nacido.

Necesito sacarlo de mi pero no puedo. Se infecta, se pudre, se enquista, se queda dentro de mí sin intención de salir. Eres como un puñal clavado en la espalda girando en todas direcciones poco a poco. Un puñal que me habría gustado clavártelo a ti. Me veo en ti y te veo en mí, por eso no miro mi reflejo en ninguna parte. Porque te odio, me odio, y lo veo allá donde miro.

Imagino puentes cayendo, castillos derrumbándose, la tierra plegándose sobre si misma tragándolo todo. Imagino montañas de lava, fosas llenas de cadáveres y todos tienen tu cara. Aullido de dolor, gritos de agonía, por un dolor que hace que te desmayes. No puedo sacarlo de mi porque está enterrado en mi cabeza, respondiendo a una pregunta en silencio, matándome callando. – No me voy a ir – dice. – No eres mío, yo soy parte de ti, como un pulmón o tu estómago-. Duele como si fuera enfermizo. Es todo aquello que anhelo y nunca podré tener. Todo lo que nunca seré y con lo que siempre soñé.

Humo que sale de mi boca y vuelvo a respirar, contaminado una y otra vez hasta que yo decida el final. Entonces me doy cuenta que no hay fin. Que nunca termina, que este era mi destino. Odiarte por costumbre y maltratarme por necesidad.

Lloro pero nunca termina, como si no pudiera quedarme vacío de llanto. Como si fuera lo que me compone, un elemento más, otro cromosoma. El cuerpo se contrae, quedo petrificado y de pronto comienza a recorrer mis venas, como si estuviera en la sangre. No sale de las entrañas, es como si emanara, como si yo mismo lo produjera, como si brotara de manera natural y espontánea. Es fuego y arde tanto que para calmarlo tuviera que causar daño.

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